jueves, 24 de enero de 2013

La nave de José Pablo Barragán y Mi padre y yo. Un western de Juan Manuel Gil por Agustín Calvo Galán

Foto: Ana Santos Payán
Sin que sirva de precedente, voy a reseñar dos libros de una tajada, y no porque cada uno de estos libros no se merezca una reseña en solitario, sino porque ambos, con sus diferencias evidentes, presentan algunas características comunes: la principal, por supuesto, es que han sido editados por El Gaviero Ediciones, una editorial almeriense de pequeñas dimensiones pero de grandísima sabiduría estética y literaria (no me canso de recordarlo siempre que tengo oportunidad). Otra característica de ambos libros es generacional, pues los dos autores han entrado hace poco en la treintena. Y, además, en ambos libros encontramos una poesía novedosa, que abre las costuras de la poesía tradicional y que, a su vez, es capaz de generar varios niveles de lectura, así como de incorporar la ironía y la sonrisa como forma de armarse de razones críticas frente a la realidad que nos ha tocado vivir. Pero, vayamos por partes.
Por un lado nos encontramos con el libro La nave de José Pablo Barragán, donde la poesía se adentra en los confines gloriosos de una invención imaginativa y donde la ciencia-ficción es tomada no tanto como género, sino como contexto para hablar de temas actuales -y siempre universales- como la libertad, el paso del tiempo, la sociedad, el viaje, la muerte… y, por encima de todo, del amor y las relaciones entre personas.
El libro se divide en dos partes diferenciadas, pero que dialogan entre sí, con los títulos de  “Las islas” y “La nave”. “Las islas” se presentan como “distopías” (palabra que se usa como antónimo de utopías), espacios inventados (aislados) donde se desarrolla esa sociedad indeseada que no es otra cosa que la nuestra, donde no hace falta alejarnos demasiado en el tiempo y en el espacio para comprender que el peor de los mundos es posible y están en el nuestro.
La segunda parte, “La nave”, se presenta con el subtítulo de “homenajes”; en ella podemos encontrar una multiplicidad de referencia literarias y/o cinematográficas de lo más variadas -principalmente relacionadas con la ciencia ficción- que sirven de magnífica excusa al autor para elaborar retratos de personajes o recrear situaciones no evidentes que nos serán familiares, extrañamente familiares:
No hay nada más hermoso que tu cuello
temblando si lo rozan mis pseudópodos
En definitiva José Pablo Barragán crea una poesía fresca, llena de referencias e interpretaciones, con un estilo aparentemente sencillo pero que cuida las formas al detalle, trabajando la expresión escrita desde una creatividad alejada de estereotipos y, por tanto, muy personal.
Por otro lado, el libro de Juan Manuel Gil, con ese niño disfrazado de cowboy en una portada que tan estupendamente ha captado la estética de las novelitas de western que aún podemos encontrar en los kioscos -a las que se refiere el propio autor y que, al parecer, solía leer su padre con gran fruición cuando él era una niño- nos despierta, ya a simple vista, una simpatía y una ternura incondicional. Sin duda, en este pequeño gran libro se cruzan muchos caminos, y permite, al igual que el libro de José Pablo Barragán, varios niveles de lectura. De entrada nos encontramos con esa referencia estética a una literatura popular que apela directamente a nuestra infancia y, por tanto, a nuestra emotividad, y al adentrarnos en el libro descubrimos que se divide en 68 diálogos entre el autor y su padre, 68 joyas, 68 disparos certeros, 68 síntesis vivenciales repletas de una ironía y de una sinceridad extraordinarias, que podemos enmarcar en un diálogo generacional más amplio y, donde la familia, esa entidad que las instituciones religiosas que no la practican se quieren arrogar, se reafirma como raíz referencial de primer orden para los individuos:
48
Mi padre: Hoy me han preguntado si eres poeta.
Yo: ¿Y qué has contestado?
Mi padre: Que son rumores.
En ambas obras la ironía y el humor son muestra no sólo de amena creatividad sino sobre todo de inteligencia. Las jóvenes generaciones de poetas toman referencias nuevas, no evidentes, y las mezclan a su gusto con las tradiciones literarias heredadas, tanto populares como clásicas o vanguardistas -sin rehuir de ninguna-, para crear obras personales y contemporáneas, y que permitirán, -sería deseable-, a nuevas generaciones de lectores acercarse a la poesía. Tal vez, recordar al niño que fuimos todos, y el que no quería ser indio quería ser vaquero o quería ser astronauta, nos harán disfrutar aún más tanto de estas obras como de la vida misma.
Fuente: Revista de Letras

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